Solución legal a un conflicto global: el caso TikTok

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El autor es abogado. Reside en Santo Domingo

POR CRUGELL MARIANO ZORRILLA

En el escenario actual de tensiones crecientes entre Estados Unidos y China, el caso de TikTok se ha convertido en un laboratorio de conflicto entre tecnología, soberanía nacional y poder económico. Frente a la amenaza de prohibición, ha surgido una figura poco común en el discurso público, pero muy conocida en los círculos jurídicos y empresariales: la escisión geográfica.

La escisión geográfica no es más que el desmembramiento legal y operativo de una compañía multinacional, obligándola a dividir sus funciones, control y estructuras entre distintas jurisdicciones. En esencia, se trata de que una misma marca opere como entidades distintas, cada una sujeta a sus propias leyes, supervisores y reglas de juego.

En el caso de TikTok, esto implicaría que sus operaciones en Estados Unidos sean manejadas por una empresa nueva estadounidense que controle sus datos, algoritmos, políticas internas y monetización local, desvinculada jurídicamente de su matriz en China, ByteDance.

La narrativa oficial del gobierno de Estados Unidos es clara: se busca evitar que datos de millones de ciudadanos norteamericanos terminen en manos del Partido Comunista Chino. Sin embargo, detrás de esa preocupación legítima subyace también una guerra económica por el control de la inteligencia artificial, los datos y la influencia cultural. TikTok ha demostrado ser mucho más que una red de entretenimiento: es una herramienta de persuasión masiva, de modelado de tendencias y de monetización sin precedentes.

Desde el punto de vista técnico y jurídico, sí, la escisión es viable. Ya existen precedentes: empresas como Facebook, Google o Microsoft tienen estructuras divididas entre continentes, especialmente por exigencias regulatorias en Europa.

En TikTok, esto podría tomar la forma de una venta parcial, una franquicia nacional o una licencia forzosa del algoritmo. Sin embargo, el verdadero dilema radica en el corazón de la aplicación: su algoritmo de recomendación, que es precisamente lo que la hace diferente y adictiva.

ByteDance difícilmente querrá ceder ese algoritmo, pues sería como vender la receta secreta de Coca-Cola. Por tanto, la escisión geográfica podría terminar siendo simbólica si no se acompaña de una transferencia sustancial de tecnología y control operativo.

Imponer una escisión geográfica sin consenso puede desencadenar represalias por parte de China, elevar la desconfianza en la inversión internacional y aumentar la fragmentación digital global. Ya estamos viendo cómo cada bloque Estados Unidos, China, Unión Europea busca blindarse, imponer estándares propios y proteger su soberanía digital. ¿Estamos frente a una nueva cortina de hierro tecnológica?

La escisión geográfica de TikTok no es solo un asunto de negocios. Es el reflejo de un mundo que se fragmenta entre potencias que desconfían entre sí y ciudadanos que quedan atrapados entre algoritmos, geopolítica y soberanía.

La decisión que se tome en este caso marcará un precedente no solo para las redes sociales, sino para toda la arquitectura jurídica del internet global. No es solo una aplicación la que está en juego: es el modelo mismo de la globalización digital.

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