Camellos en La Vega para sustituir recuas

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EL AUTOR es periodista y sociólogo. Reside en Santo Domingo

Con el insólito interés de sustituir como medio de transporte de cargas y movilidad de pasajeros llegaron por primera vez algunos camellos a la atractiva y pujante ciudad de La Vega, cuando el Siglo XIX se acercaba a su postrimería.

Así lo revela el historiógrafo, odontólogo, investigador y escritor vegano Jovino Espínola Reyes en uno de sus interesantes apuntes cuando destaca que en sus años de infancia, fruto de una edificante conversación con su apreciado progenitor José A. Espínola, recibió la información que, en 1870, en la hoy Ciudad Culta, Olímpica y Carnavalesca, “…se presentó una caravana de camellos compuesta por tres de estos rumiantes, cuyos dueños eran árabes, beduinos de origen, que habían venido por Montecristi o Puerto Plata a Santiago”.

Sostiene el cronista en referencia que los manejadores de los dromedarios llegaron con “…el propósito de establecer un negocio de transporte de mercancías entre Santiago, La Vega y otras ciudades más”.

Esencialmente, se procuraba hacerle competencia a nuestros recueros de caballos y mulos, quienes traían las diferentes menudencias y objetos utilizados en el desenvolvimiento práctico de la vida de relevantes familias cibaeñas.

Para entonces, no hay dudas que tal propuesta constituía una alternativa idónea para reducir el tiempo de la movilidad y garantizar un mayor volumen de cargas ante las limitaciones de resistencia que representaban los caballos y los mulos a consecuencia, fundamentalmente, de los obstáculos existentes en la superficie del terreno que era necesario recorrer.

Transcurrido el tiempo y no obstante el valioso servicio prestado por los gigantescos animales, a consecuencias del denominado “progreso”, concretamente, con la puesta en servicio de las vías ferroviarias, la llegada del vehículo de motor y el diseño y la apertura de carreteras que interconectaron importantes comunidades de la fértil región del Cibao, la iniciativa en cuestión empezó desvanecerse.

A lo anterior también se agrega, según expone en un valioso y original relato Jovino A. Espínola Reyes que muchos de los campesinos de aquella zona, sorpresivamente, comenzaron a creer y manifestar que los camellos encarnaban calamidades diabólicas en forma de animales.

De manera pormenorizada, el aludido escritor describe lo ocurrido asegurando que “al fracasar sus dueños, los árabes que los habían traído, se fueron de La Vega, no se supo para dónde, dejando a dichos animales vagando por los campos; es decir, los dejaron botados y, como tales, ocasionaban grandes daños a las plantaciones, porque era mucho lo que comían y pisoteaban por donde pasaban”.

Asimismo, dado el concepto de carácter mitológico que prevaleció entre muchos de los laboriosos pobladores de aquellos lares en torno a los impresionantes cuadrúpedos, algunos de los productores agrícolas “…sin consultar con gentes civilizadas, dieron muerte a esos rumiantes que mucha utilidad les hubieran prestado a ellos mismos en sus labores del campo”.

Luego de la lamentable realidad expuesta, recuerda Espínola Reyes que el próximo camello en hacer presencia en La Vega fue adquirido el 28 de julio del año 1929 por don Narciso Román, dueño de la Farmacia Nueva en Santiago de los Caballeros.

Manejado por un hombrecito de color oscuro y de nacionalidad egipcia, el exótico animal, además de ser utilizado como instrumento de propaganda del nombrado establecimiento farmacéutico, fue calificado como uno de los más grandes ejemplares nacidos en África.

Vale recordar que el camello mencionado visitó La Vega, por primera vez, el 5 de septiembre de 1929, pero tuvo una vida efímera, pues apenas duró un año, muriendo en Santiago de los Caballeros, el 23 de octubre de 1930.

No hay dudas que lo narrado en estos párrafos pone al desnudo algunas de las tantas ironías que germina nuestra historia como pueblo caribeño y que, aunque usted no lo quiera, sin exageración alguna, una porción significativa de distinguidos veganos, desearían en el presente el regreso de una cantidad considerable de camellos a su lar nativo, en procura de no continuar siendo víctimas del angustioso y estresante congestionamiento vehicular y sobre todo, evitar su repercusiones negativas en lo concerniente a la salud.

A ver, ¿quién se atreve a arrogarse la iniciativa…?

jpm-sp

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