El turismo para la humanidad tiene una importancia indispensable, asociado básicamente al derecho al ocio y la recreación: un puente entre culturas, como también un medio de entendimiento mutuo entre las personas y naciones y una herramienta para apalancar el desarrollo económico y el desarrollo de los pueblos.
Como amigo y aliado de la paz, el turismo para su sano funcionamiento necesita cielos abiertos, rutas seguras y corazones dispuestos a cruzar fronteras sin miedo. Pero está sujeto a múltiples factores que quebrantan su dinámica, como cuando la guerra irrumpe, como el reciente y peligroso enfrentamiento directo entre Israel e Irán, cuya región se tambalea.
El espacio aéreo del Oriente Medio está bajo presión, donde en Irán, Irak, Israel y Jordania imperan la angustia y la incertidumbre, enemigos de la paz, condición indispensable para el flujo turístico. Mientras tanto, se desvanece, y con ella se pierden empleos, ingresos y oportunidades para millones.
Desde la Revolución Islámica de 1979, las tensiones entre Irán e Israel han estado alimentadas por profundas rivalidades ideológicas, políticas, militares y religiosas. Durante décadas, ese conflicto se libró por terceros —Gaza, Siria, Líbano—. Hoy, sin embargo, la confrontación ha escalado a ataques directos, activando una alarma global.
Este estallido del conflicto entre esas naciones pone en jaque las altas expectativas del turismo en Oriente Medio, una región turística con mayor recuperación global tras la pandemia, que en 2024 superó en un 32 % las llegadas internacionales de 2019, según la ONU-Turismo.
Este enfrentamiento geopolítico de Irán e Israel tiene sus consecuencias para el flujo turístico mundial de forma inmediata: aeropuertos cerrados en Israel, Irán, Irak y Jordania; miles de pasajeros varados; rutas aéreas interrumpidas. Aerolíneas como Lufthansa, Air France-KLM, Emirates, United, Delta y Wizz Air han suspendido vuelos o modificado sus trayectorias.
El caos logístico se apodera y se extiende, afectando a sistemas de reserva, cronogramas turísticos y economías dependientes del viajero global.
Energía
A esto se suma una tormenta en el mercado energético: el petróleo Brent superó los 74,7 dólares por barril, y el WTI alcanzó picos no vistos en meses. Esto se expresa elevando el costo del jet fuel, encareciendo los pasajes y limitando la capacidad de muchas personas para viajar. Con rutas más largas —para evitar zonas de riesgo— aumentan los tiempos y reducen la calidad de la experiencia del viajero. Desde ya hay que olvidarse de boletos de avión baratos.
El turismo, como la paz, es frágil. Basta una chispa para que el miedo lo paralice. Ya se ven cancelaciones masivas desde EE. UU. y Europa, mientras agencias de viaje en Emiratos Árabes reportan caída en la demanda para destinos como Georgia o Armenia. En la India, los turoperadores calculan pérdidas significativas debido a redireccionamientos y reembolsos.
Los mercados no tardaron en reaccionar. Las acciones de compañías como American Airlines (-4 %), Delta (-4.7 %) y United Airlines (-5.2 %) se desplomaron. Inversionistas e instituciones tiemblan ante la inestabilidad. Y los países que dependen del turismo —como muchas islas del Caribe y la República Dominicana— sienten la sombra de la incertidumbre posarse sobre sus economías. Sin embargo, siendo EE. UU. El principal emisor turístico de RD se podría beneficiar debido a las recomendaciones de viajar a países cercanos sin conflictos.
La paz es al turismo lo que el oxígeno a la vida. Sin paz, no hay inspiración para viajar, ni seguridad para despegar, ni certezas para planificar. Cada conflicto que estalla no solo detona misiles, sino también dinamita ilusiones, clausura sueños y cercena encuentros. Se cierran aeropuertos, pero también se cierran oportunidades de encuentro en playas, museos, montañas o mercados.
En tanto, todo llamado a su protección merece ser atendido por el bien de la humanidad. Este nuevo conflicto que se escenifica en esa región en una tentativa a la paz internacional: la paz no es un lujo diplomático ni una utopía moral, es vital, constituye una necesidad económica concreta que se refleja en las vidas de las personas.
El turismo como actividad humana es una de las industrias más humanas y democráticas del planeta. Su dinamismo genera empleo, riqueza, inclusión y desarrollo sostenible.
En ese sentido, si aspiramos a que el turismo siga moviéndose como un motor de desarrollo, entendimiento y prosperidad, es capital para que florezca apelar a los medios que lo sustentan, los caminos como la diplomacia y la convivencia. Pero mientras haya guerra, no habrá turistas. Y sin turistas, muchos países verán amenazado su futuro.
Como dice el viejo proverbio: “donde no hay paz, no hay caminos”. Y sin caminos, no hay viajes. Ni progreso. Ni esperanza.
jpm-am
Compártelo en tus redes:
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.