Los mal llamados líderes: ¿pretenderán seguir “jugando con candela”

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EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.

Mientras se está jugando con candela todo parece muy divertido. Pero cuando surgen las dificultades entonces la diversión puede convertirse en todo lo contrario.

De hecho, el propio saber popular cuenta con muchas advertencias a quienes juegan con fuego. Entre esas advertencias, las hay con clara alusión al fuego; pero también las hay en lenguaje figurado, con aplicación para una amplia diversidad de actividades humanas.

Y aunque existan muchos mecanismos de distracción, desde hace mucho tiempo se viene jugando con fuego en relación con la paz. El Secretario General de Naciones Unidas acaba de expresar que “el estado de nuestro mundo es insostenible”. Y eso se debe a un trío, referido por António Guterres, que funciona a modo de alianza para el mal: impunidad, desigualdad e incertidumbre.

Como se habrá de recordar, gente que intentó imponerse por la fuerza puso al mundo en grave peligro. Como modo de contener a esa gente se acogió la idea de la unidad. Eso se convirtió en germen para que surgiera la Organización de las Naciones Unidas, como expresión de un orden mundial basado en la paz y en la igualdad soberana de los Estados.

Ya sabemos que su seno ha servido para escuchar a Chávez diciendo “aquí estuvo el diablo”, para ver a Bukele tomándose una “selfie”, para ver a Nikita Khrushchev blandiendo un zapato desde el podio, entre otras manifestaciones singulares.

Pero también hemos de saber que solo en la medida en que logremos entendernos por medios civilizados será posible mantener la imprescindible seguridad que se necesita para el avance, a menos que se siga apelando al “teatro” y apostando a que otros “paguen los platos rotos”.

El denominado “Pacto para el Futuro” adoptado por los 193 Estados miembros de la ONU incluye llamados a la acción ante desafíos como el mantenimiento de la paz, el cambio climático y las potenciales amenazas de la inteligencia artificial (IA).

Del dicho al hecho

La aspiración es que realmente se logre recorrer “el trecho entre el dicho y el hecho”. Pero a juzgar por la experiencia con los “Objetivos del Milenio” y hasta con los vigentes “ODS”, una cosa ha sido el discurso verbal y escrito, y otra ha sido el de las acciones.

Definición clara de objetivos y prioridades no ha faltado. Y entonces, ¿habrá faltado priorización con real inclusión? A la hora de pasar balance, ¿hemos medido la integración de los gobiernos en sus distintos niveles (nacional, regional y local), el sector privado, organizaciones no gubernamentales (ONG), la academia y la sociedad civil?

Como se ha explicado muchas veces, el enfoque participativo no solo mejora la calidad de las políticas, sino que también fortalece la legitimidad democrática del proceso. Según Hajer y Wagenaar (2003), la gobernanza colaborativa facilita la integración de diferentes perspectivas, lo que enriquece el diseño de las políticas y aumenta las posibilidades de éxito en su implementación.

En tiempos de tantas prácticas mesiánicas, quizás convenga recordar que es la colaboración con actores locales lo que permite adaptar las políticas a las realidades concretas de las comunidades, y eso reduce el riesgo de fallos en su aplicación.

Está explicado desde el siglo pasado, pero “no hay peor sordo que quien no quiere escuchar” ni “peor ciego que quien no quiere ver”. La falta de comunicación y cooperación entre ministerios y otras dependencias gubernamentales suele generar duplicidad de esfuerzos, desperdicio de recursos y políticas contradictorias. Pero ciertos egos, las denominadas “islas de poder” y hasta aquello de que “cada quien aplica su librito” tiran por la borda muchísimas iniciativas.

Finalmente, al momento de comunicar desde el Estado, ¿nos empeñamos en “que el jefe quede bien” o en dar a conocer las políticas de manera que otros sectores puedan involucrarse? Ojalá se logre entender las ventajas de que las personas comprendan qué implican las políticas, cómo les afectarán y cómo pueden participar en su implementación. La falta de una comunicación clara suele generar desconfianza, resistencia e incluso el fracaso de muchas políticas bien diseñadas.

Los mal llamados líderes, ¿no entenderán eso? ¿Continuarán apelando al entretenimiento? ¿Seguirán confiando en que otros “paguen los platos rotos”? ¿Pretenderán seguir “jugando con candela”? Confío en que todavía estemos a tiempo.

 nestorestevez@gmail.com 

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